CAPÍTULO VI

Mi amiga, la señora Irene se reía de estas teorías, como las llamaba ella, pero a mi no me hacían ninguna gracia. Menos mal que la policía no se las tomaba en serio, alguna que otra pregunta sobre esto sí que me hicieron, pero siempre fueron muy considerados.
-Y Juan ¿qué opina sobre todo esto? –me preguntaba ella entre divertida y asombrada.
-Le importa un pito lo que digan unas mentes chifladas, como él las califica, que sólo piensan en hacer daño, y para animarme me dice que me lo tome como un cumplido, que todo tiene su lado positivo. Yo por más que lo miro no le veo el maldito lado positivo ese.
-No te enfades, mujer, que no merece la pena. –me contestó Irene tratando de tranquilizarme.
-Me gustaría que la policía encontrase pronto al asesino y que toda esta pesadilla se terminase ya de una vez.
-Eso es lo que desearíamos todos.
-Todos no –le interrumpí enfadada– parece ser que hay personas que disfrutan con las desgracias ajenas y si todo esto terminase no tendrían con que entretenerse.
-Bueno, hija mía, tiene que haber de todo en este mundo ¿no? –me contestó con su peculiar manera de ver las cosas–. Parece que la policía haya llegado a un punto muerto, no encuentran a la mujer que fue a casa de don Carlos y preparó la maleta con su ropa, es como si se hubiese esfumado.
-Al principio creían que era la señorita Clara, la secretaria que estaba mintiendo, pero cuando la confrontaron con la criada de su jefe, estuvo claro que no había sido ella. La criada dio las señas de la mujer y la policía hizo su retrato robot, pero no la encuentran, es como si no existiera.
-Yo creo que cuando la encuentren los crímenes estarán resueltos.
-¿Usted cree Irene? ¿Cree que la mujer misteriosa es la asesina?
-Al menos creo que algo tuvo que ver en ellos. ¿No podrías dar tú un empujoncito a la policía, querida Ana? –me preguntó al mismo tiempo que me miraba inquisitiva.
-¿Yo? –le pregunté asombrada y abriendo los ojos como platos– ¿Por qué yo? Si no se nada de todo esto.
-Pero tú conocías a tu amiga.
-¡Conocerla! ¡Vaya manera de conocerla! Si cuando me enteré de que ella y don Carlos eran amantes me quedé de piedra ¡no tenía ni la menor idea!
-Ya recuerdo que me dijiste que erais amigas circunstanciales –dijo en un tono erudito y pedante.
-Sí, nos apreciábamos, pero después saber lo que estaba pasando soy la menos indicada para decir que la conocía a fondo.
-De todas maneras creo que después de su marido quien mejor la conocía era tú.
-Creo que después de ver como nos tenía a todos engañados, ni su pobre marido la conocía bien.
-De acuerdo, en eso tienes razón. Pero tú sabías quienes eran sus clientas, tú sabías que vestidos les estaba haciendo, tú sabías quién venía a probarse… –me fue diciendo persuasivamente, como si quisiera despertar en mi mente algún recuerdo olvidado.
-¿Y por qué es tan importante quien viniera a probarse? La policía ya interrogó a todas sus clientas, incluyendo a la señora que tenía que venir a probarse a aquella tarde y supieron que la propia Sarita había pospuesto la visita para el día siguiente.
-Eso es muy significativo ¿no crees?
-No veo yo porqué –dije encogiéndome de hombros.
-Mira Ana, lo que yo pienso es que fue una mujer quien la mato y que posiblemente la mató mientras le probaba confiadamente un vestido.
-No sé, no se –contesté dudando– la policía ya habrá investigado esa posibilidad.
De pronto di un salto en la silla y sin poder evitarlo se me escapó un sonoro ¡oh!
-¿Qué te pasa? Parece que hubieras visto un fantasma.
-Es que de repente me he acordado de algo. Seguramente que no tendrá ninguna importancia, pero en su momento lo encontré muy extraño.
-¿Ah, sí? ¿Y qué es ello? –me preguntó al mismo tiempo que se frotaba las manos ilusionada como un chiquillo.
-Es que cuando hice la limpieza del probador, encontré debajo de la mesita una hebilla de zapato, de esos de fiesta, bueno quiero decir de vestir. Estuve mirando para asegurarme de que no era de los zapatos de Sara.
-Bueno hija –me contestó desilusionada– que susto me habías dado, creí que estaba todo solucionado, pero eso no prueba nada, esa dichosa hebilla podía llevar allí mucho tiempo.
-No, estoy segura de que no es así, usted sabe que Sarita era muy limpia, ya le he contado otras veces que era casi una maniática, era de esas que cada semana mueven los muebles y limpian por todas partes. Así que aquella hebilla no podía llevar mucho tiempo allí debajo –dije testarudamente.
-¿Y por qué te extrañó tanto?
-Porque era de un zapato de fiesta, para ir con un vestido de noche. Sara tenía la costumbre de pedir a sus clientas cuando les hacía un vestido especial que trajeran los zapatos que se pondrían con ese vestido, ya sabe para ver mejor el efecto. –contesté si saber explicarme mejor.
-Bueno, y ¿qué? –me dijo mirándome inquisitivamente
-Pues que ella no estaba haciendo ningún vestido de noche –respondí como si aquello lo aclarase todo.
-¡Ah, ya veo! –Exclamó entendiendo lo que yo trataba de explicarle– tú crees que la que vino no debía de ser una clienta habitual ¿es así?
-Eso mismo –respondí agradecida de que entendiera mis poco claros razonamientos– últimamente Sara no quería coger nuevas clientas, decía que ya tenía de sobras con las que tenía.
-Entonces tendría que ser alguna conocida a la que estuviera haciendo un favor.
-Seguro que tenía que ser eso mismo. Debió de ser alguien que le pidió el favor de hacerle algún arreglo.
-Ves como yo tenía razón. Tú puedes ayudar a la policía. Ahora sólo te queda pensar en quien podría ser esa amiga desconocida.
-¡Cómo si eso fuera tan fácil! No tengo ni idea de quien pudo ser, si es que toda esta sarta de insensateces son verdad. –Dije desesperanzada– Aunque ahora que lo pienso –contesté después de meditar un momento– hace unos días cuando íbamos juntas al mercado, se encontró con una mujer con la que estuvo hablando un rato, yo me retiré para dejarlas hablar con libertad y cuando se despedían oí como le dijo:
-Bueno, ya me traerás el vestido y veremos lo que se puede hacer.
Cuando la mujer se fue, Sarita me dijo que la había conocido hacía unos meses y que habían desayunado juntas un par de veces.
-Eso es muy importante Ana, tienes que ir enseguida a la policía a contarle todo eso y les llevas la hebilla. Tienes que ir enseguida –me recalcó con urgencia.
-Usted cree que esto es importante, pero ¿y si no fuera así? ¿Y si todo son eculubraciones nuestras? –le pregunté con desmayo porque no me hacía gracia ir a la policía con tan poca cosa– La policía dirá que les molesto por nada.
-No seas tonta mujer, ¿cómo te va la policía a decir eso si están deseando descubrir cualquier cosa por pequeña que sea, y mira bien lo que te digo, el hallazgo de la hebilla no es ninguna tontería, además están buscando a la mujer misteriosa ¿no? Pues ésta puede ser ella. Por cierto, ¿te has fijado si se parece a la del retrato robot que ha salido en los periódicos?
-Pues no sé, no lo había pensado, además la foto del periódico es bastante borrosa.
-Bueno es igual, tu deber es ir a la policía.
Sus palabras me infundieron valor y fui a la policía con mi hallazgo y con mi teoría, bueno nuestra teoría, de Irene y mía. La policía me escuchó con mucha atención y agradeció mi disposición. Me dijo que la hebilla probablemente no tendría nada que ver con el caso, pero cuando me enseñaron el retrato robot original y pude identificar sin ningún género de dudas a la mujer desconocida que había visto en el mercado, me escucharon con más atención y me hicieron un montón de preguntas.

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